21 de enero de 2017

L’amour en solitaire

A Robert Aldrich le descubro de niño con Comando en el mar de China (1970) en una cinta vhs que mi padre habrá grabado de La 2. Luego y después también descubro la explosiva Doce del patíbulo (1967), la ambigua La banda de los Grissom (1971) y la brutal y deprimente El emperador de Norte (1973). Hace poco, a raíz del centenario de Kirk Douglas que celebramos de la mano de Carlos Benpar, recupero otro Aldrich en el que el actor del hoyuelo canta de viva voz en español la bellísima canción Cucurrucucú paloma, que uno siempre asociará primero con Wong Kar-Wai y luego con Almódovar. Este estupendo Aldrich, que se anticipa 40 años en una cosa a la también estupenda Old Boy (2003), será motivo de elogios varios en aquellas cenas improvisadas que uno tiene a menudo con Benpar y en la que descubriremos que el curioso titulo francés para este western fue El Perdido. Esa divertida traducción franchute me llevará a una asociación de ideas más o menos oportuna que me obligará a linkar a Juliette Armanet, seguramente lo más cálido entre lo más frío de este año que acaba de empezar.

El último atardecer (Robert Aldrich, 1961).